23/6/10

Retroceso

18:00, el día empieza a caer, como escenario una cafetería en un viejo edificio de esa calle abandonada.

Dentro, unas cuantas mesas de madera con un olor oscuro como el café que ahí se sirve a sus cotidianos clientes, una luz tenue, parpadeante, genera un ambiente de lúgubre tranquilidad, y lo mejor de todo, aquel olor, ese delicioso olor a café cargado, percibiendo ese olor, en la esquina con menor cantidad de luz pero con mejor vista en una inmensa ventana de las estrellas en la noche, está un hombre con una taza de café a medio tomar, pero se puede deducir que aun está caliente por el humo que sale. Quien lo mire pensaría que es un poeta por su aire pensativo, por su aspecto intelectual y por el tabaco en su mano que bota un humo que se fusiona con el del café dándole un toque de misterio. Pero no, no es un poeta, tampoco un filósofo, en realidad es...... un asesino.

Cambia el escenario, un departamento en el sexto piso de el viejo edificio de aquella calle ya nombrada, hora: 15:00, en el departamento: una cama con un viejo colchón, una mesa, tres sillas, frente a la cama un mueble de esos en los que se guarda ropa, un espejo trisado casi por la mitad, sobre la cama una mujer con un hermoso vestido, labios rojos, ojos nocturnos y profundos, la cabeza de la mujer se inclina a un lado de la cama como queriendo relajarse, la mirada profunda en el techo, bajo la cabeza de la mujer, un charco de sangre. Un corte profundo en su cuello.

Nuevamente las mesas, las luces oscuras, el olor a café, el hombre del rincón da un sorbo a su café, absorbe con furor su cigarrillo, busca algo en su chaqueta, el dinero para pagar y marcharse quizá, saca una bolsa y de ella una daga brillante y afilada, la mira; una sonrisa malévola se dibuja en su rostro y con gran pasividad la guarda. Ahora sí saca unos billetes, los deja en la mesa, se termina su café, apaga el cigarrillo y sale a la calle, olvida que a las tres de la tarde de aquel día mató a la mujer que tanto amaba.


En la esquina, un perro llora amargamente…

16/6/10

Abre tus ojos, mira los míos

Siempre estuve observándole desde lejos, su bello rostro, su tierna mirada, estaba completamente encantada con ese ser tan raro y hermoso. ¿Por qué raro? se preguntarán, pues a pesar de que sabía lo que siento y yo sabía lo que el siente, no nos atreviamos a hablar. ¿Cuál sería la causa? ¿Acaso tendría algún problema? Sí, quizá el miedo sea su problema. El miedo a mi reacción, temor a que podría pasar. El miedo que lo cerró por completo, lo alejó a un rincón, lo encerró en la locura. Y si yo amaba su locura ¿Por qué odiaba su miedo? Esto no podré entenderlo jamás. Lo único que me queda es vivir con sus temores, que se convertirán en los míos, y como en este momento, observar desde lejos su mirada arrolladora y el temor a este mundo incomprensible...

15/6/10

Casa de las Palabras

Encerraron a las palabras en su casa, les prohibieron salir rotundamente, rebotaban entre las paredes, hasta que un día una rompió una ventana, y comenzaron a fugarse una a una las palabras, ahora eran fugitivas, pero libres. La casa había quedado vacía y triste, solo la palabra cobardía quedó en un rincón por temor al mundo, siendo esa la única palabra de la que se quería deshacer. Un viejo buho al ver la desolación que cubría a la casa, la falta de alegría de las palabras desbordando por todos lados, salió en su busqueda, las encontró, logró hacerlas regresar.

A partir de ese momento, ya nunca más fueron palabras encerradas, podían ir donde quisieran, se tenían la certeza de que volverían. Fue así que llegaron a mi para poder escribir este texto.